Educar es formar el corazón
Una de las labores más importantes que se realiza en esta sociedad, es la educación. Si pensamos en los servicios esenciales de nuestra comunidad, se nos vienen a la cabeza los sanitarios, cuerpos y fuerzas del estado, bomberos, mecánicos, transportistas, administrativos y un sinfín de profesiones, las cuales todas dependen y están en las manos de los maestros. La docencia es la única profesión que crea a todas las demás. Quien decide escoger este oficio tiene en sus manos algo tan importante como es el formar a futuros profesionales y adultos que tendrán que convivir en un mundo lleno de responsabilidades.
El objetivo del maestro es abrir un abanico de posibilidades hacia los alumnos para que después ellos decidan qué camino van a seguir en sus vidas, es adaptarse al alumno y a sus necesidades, formando personas que sean capaces de valerse en el entorno que les rodea, que sean autónomas, creativas y emprendedoras. Es dar herramientas, no solo conceptuales, sino emocionales, actitudinales y procedimentales. Educar es conseguir que nuestros alumnos desarrollen al máximo sus cualidades personales.
Tenemos la suerte de poder escribir sobre libros en blanco. Libros que están deseando aprender y llenarse de huellas, recuerdos y aprendizajes inolvidables. Por ello, es imprescindible saber qué tipo de formación y enseñanza queremos dar a nuestros estudiantes. Hay que ser objetivo, imparcial y proporcionar la mayor cantidad de información de contenidos, pero todo eso hay que hacerlo desde el cariño y el amor.
Somos una figura que forma parte de la vida de los niños, como forma parte su familia, amigos, relaciones sociales, etc. Nuestra formación moral nos inclina a intentar dejar huella en la mente de nuestros alumnos y también en su corazón. Aristóteles dijo una frase que refleja a la perfección esta idea: “Educar sin educar el corazón, no es educar en absoluto”.
Si viajamos a nuestra infancia, en nuestros recuerdos están presentes nuestros maestros y profesores. A unos los recordamos por su inmensa sabiduría, a otros por su simpatía, otros por su forma de actuar más autoritaria, pero a todos por su cariño y dedicación hacia nosotros, porque ellos nos pusieron en el centro de su trabajo.
Como dijo Marcelo Spínola, “educar no es otra cosa que formar el corazón”. Lo que nos inspira a trabajar y llevar a cabo nuestra labor desde el corazón y hacia el corazón, siempre sabiendo adaptarse a las necesidades que presenta la sociedad en cada momento.
Es un gran orgullo poder llamarse maestra.
Ana Gutiérrez, profesora de Primaria.